Reconocidos por su alto poder rastreador, los animales caninos son a día de hoy empleados para detectar y localizar con su extremada sensibilidad nasal tanto sustancias ilegales como personas desaparecidas. A diferencia del hombre, la nariz del perro cuenta con un sentido del olfato muy desarrollado, que dispone de más de 200 millones de receptores olfativos en el interior de sus fosas.
Aprovechando su carácter explorador, que puede alcanzar hasta un área de 150 centímetros cuadrados, este animal es capaz de realizar hazañas difíciles de perpetrar por el hombre, como por ejemplo localizar cuerpos de personas ahogadas, detectar sustancias como el policarbonato o el sulfuro o incluso ser entrenados para avisar a los dueños diabéticos cuyo azúcar está demasiado elevado. En la actualidad, una de las novedades más destacadas en materia de perros y rastreo es el uso de su potente olfato para detectar bacterias e insectos, ayudando a las empresas de control de plagas a combatirlas y a descubrir si éstas están ya muy proliferadas.
CHINCHES Y OTROS PARÁSITOS, EL OBJETIVO A BATIR
La capacidad de aprendizaje y asimilación que presentan algunos animales, como en este caso los perros, es utilizada para mejorar las prestaciones de búsqueda y rastreo que el propio hombre, debido a sus características y limitaciones naturales, no puede ofrecer. En este sentido, con el fin de eliminar y ejercer un buen control de plagas de cucarachas, que se encuentran entre las epidemias domésticas más habituales, estos animales caninos son entrenados especialmente para alarmar sobre la presencia de todos aquellos insectos no deseados que invaden nuestra casa.
NARIZ CANINA, UN OLFATO A PRUEBA DE BACTERIAS
Además de ayudar a mejorar el control de plagas de ratas u otros animales de fácil reproducción y proliferación, los perros pueden desarrollar un sexto sentido a la hora de identificar aquellos objetos o lugares en los que existe una presencia alta o peligrosa de bacterias. El elevado sentido nasal que ofrecen estos animales permite que puedan detectar el olor de una sustancia determinada en cualquiera de sus estados, incluso si el objeto en cuestión se encuentra enterrado o debajo del agua. El objetivo de este tipo de entrenamientos es que, con el tiempo, el perro sea capaz de reconocer el olor de la bacteria en cualquier circunstancia, mejorando el servicio de las empresas de control de plagas a la hora de detectar qué plantas, viveros o incluso panales de abeja están enfermos e infectados por algún tipo de bacteria no apreciable a simple vista.
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